Fomentar y mantener amistades cercanas ayudará a mantener una mente sana y un cerebro saludable a medida que envejece
Hace unos días participé en las XXX Jornadas técnicas del Institut Guttmann sobre la salud cerebral, que además de prevenir enfermedades y hacernos estar en mejores condiciones para afrontarlas, nos ayuda a ser más felices.
De este interesante evento salí con la idea que hacer ejercicio, físico y mental, unido a una comida sana y un buen talante son fundamentales para cultivar un cerebro sano (junto con una dosis de buena suerte genética, claro). Eso lo suponía, pero lo que aprendí es que tambien cuenta, y mucho, cultivar relaciones afectivas. Es algo que ya me había apuntado mi amigo Francesc Miralles y que recoge en su best-seller ‘Ikigai: la filosofía de vida de los japoneses que llegan a los 100 años”
Louis Cozolino, profesor de psicología en la Universidad de Pepperdine, está profundamente comprometido con esta idea y en su libro “Timeless”, nos habla de la fórmula de la naturaleza para la salud y la longevidad, enfatizando el impacto positivo de las relaciones humanas: «De todas las experiencias que necesitamos para sobrevivir y prosperar, la experiencia de relacionarnos con los demás es la más significativa e importante», escribe.
Su pensamiento surge del campo relativamente nuevo de la neurobiología interpersonal, basado en el reconocimiento de que los humanos se entienden mejor en el contexto de sus conexiones con los demás. Nuestros cerebros, escribe Cozolino, son órganos sociales y eso significa que estamos diseñados para conectarnos e interactuar en grupos. Una vida que maximice la interacción social y el contacto humano es bueno para el cerebro en todas las etapas, particularmente para el cerebro que envejece.
La neurociencia de las relaciones humanas, el campo de la neurociencia social se ha expandido enormemente. Ahora sabemos que las personas que tienen más apoyo social tienden a tener mejor salud mental, salud cardiovascular, funcionamiento inmunológico y rendimiento cognitivo.
También son más felices. Así lo indican los resultados del que es, probablemente, el estudio más largo sobre la felicidad que se haya hecho nunca: durante 75 años un equipo de la Harvard Medical School ha seguido a un grupo de 724 hombres a largo de su vida, chequeando cada dos años su salud física y mental junto con su situación familiar, laboral y social. Las evidencias apuntan que las personas que están más conectadas con sus familiares, amigos o vecinos tienen mejor salud, son más felices y viven más tiempo. Por el contrario, la soledad conlleva personas menos felices, su salud declina a partir de la mitad de la vida y su cerebro se estropea antes. La clave está en la calidad de las relaciones personales y ese indicador es predictivo: las personas más satisfechas con sus relaciones a los 50, fueron los más saludables a los 80.
Una explicación del valor de las relaciones sociales es que nos ayudan a calmar nuestro sistema de respuesta al estrés, al igual que Mindfulness o MBSR. Si bien los niveles crónicos de la hormona del estrés cortisol causan estragos en nuestra salud física y emocional, el hecho de tener relaciones sociales seguras y de apoyo tiene el efecto opuesto, manteniendo controlado nuestro sistema de respuesta al estrés. En un estudio de ancianos residentes de Hong Kong, los investigadores encontraron que aquellos que dedicaron más tiempo a cultivar relaciones sociales tuvieron una caída significativa en los niveles de cortisol durante el día, lo que podría explicar por qué las relaciones positivas nos ayudan a aprender mejor, a estar más saludables y a vivir más tiempo.
En sus observaciones sobre los ancianos saludables, Cozolino está particularmente interesado en las cualidades de sabiduría y compasión que tienden a surgir a medida que el cerebro humano cambia con el tiempo. Algo que también vemos con Meditación y Mindfulness. Aunque admite que la sabiduría puede ser una cualidad difícil de precisar, concluye que «gran parte de la sabiduría se expresa en cómo las personas interactúan y se tratan unas a otras».
Así que creo que deberíamos, como sociedad, tomar conciencia de varias ideas poderosas: 1) El valor de cultivar relaciones humanas para la salud física y mental, 2) Cuidar la salud cerebral para envejecer con más calidad de vida y 3) replantearnos el papel de la vejez y de las personas más ancianas, dándole valor y sentido, aprovechando su sabiduría y defendiendo la influencia positiva que las personas mayores afectuosas pueden tener sobre las personas más jóvenes.
Espero que estas evidencias ciéntificas, que son de sentido común, nos ayuden a tenerlo presente y sean de beneficio en el presente y, asi también, en la vejez